Peligro en el pipicán
- cientificaenbotas
- 20 ene 2021
- 4 Min. de lectura
Empezaré este post con una obviedad: la COVID nos ha cambiado la vida. Desde ir a tirar la basura con una mascarilla puesta, hasta tener toques de queda, pasando por no poder abrazar a familiares. Lamentablemente, esta descripción sería el mejor de los casos. Para muchos ha supuesto la pérdida de seres queridos, la condena a secuelas crónicas, el desempleo y un largo etcétera que no debemos olvidar. Que todo lo acontecido nos recuerde por qué debemos seguir teniendo cuidado hasta que hayamos logrado, gracias a la ciencia, salir de esta terrible crisis sanitaria que ha asolado el mundo.
Y es que la existencia ha cambiado para más pobladores del planeta, porque somos un pedacito de esta gran red que forma los ecosistemas. Estamos conectados a todo lo que pase en la Tierra y viceversa, como ha quedado patente durante los meses de parón que experimentamos el pasado año. Y en relación con esto, hoy vengo a hablaros de compañeros de vida, concretamente de los perros.
No es sorpresa para nadie que han aumentado las adopciones y compra de perros durante la pandemia, dado que, durante un tiempo, salir a pasear a estos amigos peludos era de las pocas tareas que podían permitirnos salir a la calle. Aquí os dejo capturas de un par de noticias al respecto que se encuentran rápidamente, a golpe de clic:
Al mismo tiempo, y por desgracia, ahora que las cosas son distintas parece que hay a mucha gente a la que estos pequeños les han dejado de ser útiles y han aumentado los abandonos. Posiblemente algún día hable sobre este asunto, porque me parece relevante y con suerte cambio la perspectiva de alguien que esté pensando en cometer un acto así. Noticia del 9 de enero de este año:

Pero lo que quisiera tratar hoy es precisamente algo que va de la mano con la presencia de un can en una casa. Tienen rutinas y necesidades, hay que sacarlos de paseo y que puedan evacuar en sus horarios correspondientes. Normalmente esto puede ocurrir en muchos sitios: descampados, parques, pipicanes o incluso las aceras de las calles. Lógicamente es responsabilidad de la persona a cargo del animal recoger los residuos y mantener limpia la vía pública, aunque todos conocemos las conductas incívicas que muchos tuiteros se han encargado de señalar en estos días tras la nevada (y que resaltan aún más precisamente por la nieve).
Y es que esto de no retirar los excrementos de los perros no es nuevo, pero además de ser bastante asqueroso resulta que puede ser un peligro. Os presento al protagonista de este post: Toxocara canis.
DESCRIPCIÓN Y CICLO BIOLÓGICO
Toxocara canis es un parásito gastrointestinal específico de perros y otros cánidos, con unas medidas de 9-13 cm de largo y 0,2-0,25 cm de ancho en adultos macho, y de 10-18 cm de largo y 0,25-0,3 cm de ancho en adultos hembra (Figura 2). Estos organismos ponen huevos de entre 72-80 micras (Figura 3), que son muy resistentes en el medio ambiente y pueden permanecer infectivos durante meses o incluso años. Su ciclo se encuentra representado en la Figura 1.

Figura 1. Representación gráfica del ciclo biológico de T. canis. Se recogen las diferentes fases y posibles hospedadores. Figura 2. Imagen con escala del nemátodo hembra y macho. Figura 3. Huevo de Toxocara spp. Fuente: Centers for Disease Control and Prevention (CDC)
Este nematodo se desarrolla en el intestino hasta los 6 u 8 meses de vida de los perros habitualmente, siendo estos cachorros la mayor fuente de infección. Con sus excrementos salen los huevos al exterior, donde tras un período de 1-4 semanas pasan a ser infectivos y una vez en el ambiente estos pueden volver a ser ingeridos y finalmente cerrar el ciclo.
Una vez superada la edad anterior la tendencia de las larvas presentes en el organismo es mantenerse en los tejidos, permaneciendo viables muchas de ellas. El objetivo es que, en hembras, cuando quedan preñadas, las larvas se movilicen y dirijan a la placenta, infectando a los cachorros en fase de gestación y naciendo estos con larvas en los pulmones.
Es un ciclo complejo y tiene muchas vías de transmisión, por lo que es difícil de erradicar; además, como se observa en la Figura 1 hay más animales susceptibles de sufrir una infección por parte de Toxocara canis, entre ellos, el humano.
El hombre es un hospedador accidental, por lo que las larvas infectivas que salen del huevo son incapaces de mudar o evolucionar en su interior. Se desplazan por los tejidos hasta ser destruidas por el sistema inmunológico, aunque en el proceso se puede producir el síndrome de larva visceral emigrante y, en algunos casos, este parásito puede alcanzar el ojo (larva ocular). A su paso se producen daños traumáticos o mecánicos a consecuencia de su desplazamiento por el organismo, así como daños inmunopatológicos a causa de la reacción granulomatosa que se produce en los tejidos invadidos.
Si tenéis curiosidad, aquí os dejo un enlace a un episodio del programa “Parásitos Asesinos” (“Monsterns Inside Me” en su versión original) producido por Discovery Channel sobre un caso de infección por T. canis:
EPIDEMIOLOGÍA Y CLÍNICA
La distribución es cosmopolita, aunque con mayor incidencia en áreas tropicales y templadas. La contaminación del suelo se relaciona con la cantidad de perros, sus hábitos y la climatología (que contribuye a la dispersión de los huevos en el medio). No obstante, dada su elevada resistencia y su capacidad infectiva mantenida en el tiempo durante meses (o años), parece evidente que la mayoría de parques y lugares de paseo están contaminados.
Síntomas de la infección: como lo más frecuente es que la infección sea por pocas larvas la mayoría de casos son asintomáticos o sus signos son poco claros: cansancio, dolor abdominal, pérdida de apetito, febrícula…
Sin embargo, cuando la infección se produce por más larvas nos encontramos con los signos más graves:

CONCLUSIÓN
A todos los nuevos responsables de un perro (y a los veteranos), tenéis también una responsabilidad aquí. Mantener las condiciones de higiénicas de nuestros espacios comunes dentro de unos estándares es necesario por múltiples motivos, entre los que se encuentran los sanitarios. Dejemos atrás las malas costumbres de no recoger excrementos, incluso si estamos en un parque y no se nota tanto como si estuvieran en mitad de la acera.
Ahora ya lo sabes, recoger las deposiciones de tu perro no es sólo un acto de buena educación, ¡también es un gesto en pro de la salud pública!
Referencias:
Centers for Disease Control and Prevention (CDC): https://www.cdc.gov/dpdx/toxocariasis/
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